jueves, 31 de enero de 2013

Tinta y papel en páginas inertes.

La poesía que se encuentra en los libros no es la de verdad. La poesía tiene que ser más que eso. Algo tan maravilloso no puede ser solo tinta y papel en páginas inertes perdidas en estanterías. La poesía está en aquello que nos mueve por dentro, en aquello que se te clava tan dentro que te corta la respiración, en todo aquello que es capaz de erizarnos la piel sin tan quiera sentir frío, las mil palabra que sale de cada uno de nuestros latidos y nos hace latir también, lo que te suspende en el aire por milésimas de segundo y te hace llegar al nirvana... La poesía es la línea entre las sensaciones y el alma.

La chica del espejo.

Llegas tarde a casa sin ser muy consciente de que hora es, abres la nevera y comes lo primero que pillas, ni si quiera te molestas en meterlo en el microondas. Coges la botella de agua y bebes de morro dejándole las babas al próximo que se sirva un vaso. Por el pasillo hacia tu habitación te vas quitando la ropa; pañuelo, camiseta, leguins y sujetador, y por fin liberas tus tetas. Te miras en el espejo preguntándote que mira esa pringada de ahí en frente. Te observas y te entra la risa. Te prometes a ti misma que empezarás a hacer ejercicio la próxima semana, pero en la cama ya sabe perfectamente que no lo vas a hacer. 

Meditas sobe esta ciudad; sobre su gente, sobre las ganas que tienes de marcharte y sobre lo mucho que aun te queda por vivir en ella. Y de pronto empieza a darte todo vueltas y recuerdas la jodida última cerveza que no te tendrías que haber tomado, lo rápido que ha pasado la noche y lo mucho que le echas de menos. Y es que el amor sin dolor no sería lo mismo. Miras a tu izquierda y detrás de esa pared está tu hermana que sabe algo más que tú de esto, aunque los que de verdad saben de esto son esos dos que duermen en la habitación de frente. Y a tu derecha tan solo hay otra fría pared. Pero sabes que detrás de ella está durmiendo tu vecino de 14 años que no sabe nada del tema y es mucho más feliz. 

Y llegas a la conclusión de que son las 5 de la mañana y que en vez de dormir te has puesto a escribir una parrafada que nadie va a leer. Al fin y al cabo, sigues siendo la misma pringada que hace un rato te miraba en el espejo.

lunes, 21 de enero de 2013

Aquí dentro todo sigue igual de desordenado que la última vez.


Y se pasa otra tarde de mi vida tan vacía como mis ganas de seguir en esta ciudad. Es terrible lo que un puñado de años pueden cambiar tu vida, lo que un puñado de años pueden cambiar tu forma de ver el mundo.

El tiempo solo son millones y millones de segundos que pasan y ni si quiera somos conscientes de  ellos. Todo es tan rápido... La gente no se para por el tiempo aunque lo tengan pegado al culo.
Pero cuando empiezas a ser consciente de cada “tic tac” del reloj, de repente todo gira en torno a ti, despacio. Tan despacio, que comienzas a percibir pequeños detalles; un lunar nuevo en la mano derecha, ese pequeño hueco en la pared, las gotas que hay en la ventana tras haber llovido durante 23 minutos seguidos, la risa del vecino de arriba, la esquina doblada de la hoja de tu libro favorito, el sonido de los coches en la calle, la forma que tienen de desprenderse las hojas de los árboles, parece que vayan danzando hasta llegar al suelo, ¿verdad?

Es como si cada segundo me consumiese, siento que me ahogaran. Tengo demasiado tiempo para nadie.
Y de pronto vuelven a visitarte los fantasmas que creía muertos y me dan de golpe en la cara sin piedad, apoderándose de mi débil cabecita. Y me pongo aquí, a escribir sobre esos fantasmas que ya ni si quiera sé si conozco.
Ya no hay tardes de verano tirados al sol. Solo hace frío, aunque, supongo que Enero tendrá que ver en esto.


Aquí dentro todo sigue igual de desordenado que la última vez.








miércoles, 2 de enero de 2013

Mi reflexión del día.

Según dicen, las personas somos sociables por naturaleza. ¿Pero con qué otras personas debemos relacionarnos?
Creo que las personas tienden a relacionarse con otras en las que se puedan ver reflejados. Esto me lleva a que si una persona es bondadosa con otra y esta no se lo paga con la misma moneda, esa persona bondadosa a topado con una mala persona (un capullo/a hablando mal) que no es capaz de dar las gracias, de mirar más allá de su ombligo, de tragarse el orgullo o de ponerse en la piel de los demás. Y lo hacen porque son así y no ven la repercusión que sus decisiones pueden ocasionar. Nunca ven más allá de ellos mismos. Al estar tratando con una buena persona ven lo imbéciles y sin corazón que pueden llegar a ser, verse vacíos por dentro no es plato de gusto, y al fin y al cabo, las comparaciones son odiosas ¿no? Por eso, hacen daño y hacen sentir mal a la persona que tienen al lado, para que ellos sientan que son superiores y mejores que los demás. ¿El sentirse superior hace la felicidad? No lo creo. 
No se puede mezclar el agua y el aceite, por mucho que remuevas y que lo intentes con el tiempo el agua y el aceite acaban separados.
Por esto, creo que los imbéciles sin corazón se acaban relacionando con calaña similar a ellos, para no hacer comparaciones y no ver toda la mierda que llevan dentro.
Y la pregunta final es la siguiente; ¿ realmente nos merece la pena pasarlo mal por personas así? 

Y esta es mi reflexión del día. (Y sí, hablo desde la experiencia)




Hace mucho que no paso por aquí, me parece increíble que aun me suban los seguidores para lo poco que actualizo esto, así que muchas gracias por leer mis mierdas. Por cierto, ¡feliz año a todos!